Libreto | Ordenación Diaconal

  
 
RITO DE ORDENACIÓN DIACONAL
SEM. JUAN BETANCOURT
SEM. JOSHUA SÁNCHEZ 

PRESIDIDA POR EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR ARZOBISPO 
SAHID PRADO MÜLLER, OFM
ARZOBISPO DE LEÓN
XV.XI.MMXXIV

RITOS INICIALES

CANTO DE ENTRADA
(Pueblo de Reyes)

PUEBLO DE REYES, ASAMBLEA SANTA
PUEBLO SACERDOTAL, PUEBLO DE DIOS
BENDICE A TU SEÑOR.

TE CANTAMOS, OH, HIJO AMADO DEL PADRE
TE ALABAMOS, ETERNA PALABRA SALIDA DE DIOS
TE CANTAMOS, OH, HIJO DE LA VIRGEN MARÍA
TE ALABAMOS, OH, CRISTO NUESTRO HERMANO
NUESTRO SALVADOR. ℟.

TE CANTAMOS A TI, ESPLENDOR DE LA GLORIA
TE ALABAMOS, ESTRELLA RADIANTE QUE ANUNCIAS EL DÍA
TE CANTAMOS, OH, LUZ QUE ILUMINAS NUESTRAS SOMBRAS
TE ALABAMOS, ANTORCHA DE LA NUEVA JERUSALÉN. ℟.

TE CANTAMOS, MESÍAS, QUE ANUNCIARON LOS PROFETAS
TE ALABAMOS, OH, HIJO DE ABRAHAM E HIJO DE DAVID
TE CANTAMOS, MESÍAS, ESPERADO POR LOS POBRES
TE ALABAMOS, OH, CRISTO, NUESTRO REY DE HUMILDE CORAZÓN. ℟.

TE CANTAMOS, MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES
TE ALABAMOS, OH, RUTA VIVIENTE, CAMINO DEL CIELO
TE CANTAMOS, SACERDOTE DE LA NUEVA ALIANZA
TE ALABAMOS, TÚ ERES NUESTRA PAZ 
POR LA SANGRE DE LA CRUZ. ℟.

TE CANTAMOS, CORDERO DE LA PASCUA ETERNA
TE ALABAMOS, OH, VÍCTIMA QUE BORRAS NUESTROS PECADOS
TE CANTAMOS, OH, TEMPLO DE LA NUEVA ALIANZA
OH, PIEDRA ANGULAR Y ROCA DE ISRAEL. ℟.

Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice: 
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 
℟. Amén.

La paz esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

ACTO PENITENCIAL

A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.

Pausa de silencio.

todos dicen en común la fórmula de la confesión general: 
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.  
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa. 
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. 

Sigue la absolución del sacerdote: 
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. 
℟. Amén.

SEÑOR, TEN PIEDAD
(Misa melódica)

SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

GLORIA
(Misa melódica)

GLORIA, GLORIA, GLORIA,
GLORIA A DIOS EN EL CIELO,
Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES
QUE AMA EL SEÑOR.

TE ALABAMOS, TE BENDECIMOS,
TE ADORAMOS, TE GLORIFICAMOS,
TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR,
POR TU INMENSA GLORIA,
TE DAMOS GRACIAS,
¡SEÑOR! ¡SEÑOR!,
DIOS REY CELESTIAL,
DIOS PADRE TODO PODEROSO. ℟.

SEÑOR, HIJO ÚNICO JESUCRISTO,
SEÑOR, DIOS CORDERO DE DIOS,
HIJO DEL PADRE,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
TÚ QUE ESTÁS SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

PORQUE SOLO TÚ ERES SANTO,
SOLO TÚ SEÑOR
SOLO TU ALTÍSIMO, JESUCRISTO.
CON EL ESPÍRITU SANTO,
EN LA GLORIA DE DIOS PADRE. ℟.

AMÉN.

ORACIÓN COLECTA

Terminado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice: 
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:  
Oh, Dios, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia a servir a los hermanos y no a ser servidos concede a estos siervos tuyos, que te has dignado elegir hoy para el ministerio diaconal, competencia en la acción, perseverancia en la plegaria y mansedumbre en el servicio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
(Jer 1, 1. 4-10)

Te constituí­ profeta de las naciones.

Lectura del libro de Jeremí­as.

Palabras de Jeremí­as, hijo de Jilquí­as, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamí­n.
El Señor me dirigió la palabra:
«Antes de formarte en el vientre, te elegí­; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí­ profeta de las naciones».
Yo repuse:
«¡Ay, Señor, Dios mí­o! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño».
El Señor me contestó:
«No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te enví­e y dirás lo que yo te ordene. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—».
El Señor extendió la mano, tocó mi boca y me dijo:
«Voy a poner mis palabras en tu boca. Desde hoy te doy poder sobre pueblos y reinos para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para reedificar y plantar».

Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
(Sal 88)

℟. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso. ℟.

Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder.
Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora». ℟. 

SEGUNDA LECTURA
(Hch 6, 1-7b)

Eligieron a siete hombres llenos de espíritu.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron: 
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escojan a siete de ustedes, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra». 
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. 
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos.

Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

℟. ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA.

℣. A USTEDES LOS LLAMO AMIGOS —DICE EL SEÑOR—,
PORQUE TODO LO QUE HE OÍDO A MI PADRE
SE LOS HE DADO A CONOCER.

℟. ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA.

EVANGELIO
(Mt 20, 25b-28)

El que quiera ser primero entre ustedes, que sea su esclavo.

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

 Lectura del Santo Evangelio según san Mateo.
℟. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre ustedes: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes, que sea su esclavo. 
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

℣. Palabra del Señor.
℟. Gloria a ti, Señor Jesús.

LITURGIA DE LA ORDENACIÓN

ELECCIÓN DEL CANDIDATO

Los ordenandos son llamados por el diácono de la forma siguiente:
Acérquense los que vna a ser ordenados diácono.

E inmediatamente los nombra; y el llamado dice:
Presente.

Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.
Permaneciendo los ordenandos en pie ante el Obispo, un presbítero designado por el Obispo dice: 
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes diácono a estos hermanos nuestros.

El obispo le pregunta: 
¿Sabes si son dignos?

Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados dignos.

El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los diáconos.

Todos responden:
℟. Demos gracias a Dios.

HOMILÍA

Seguidamente, estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la que, partiendo del texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la palabra, habla al pueblo y al elegido sobre el ministerio de los diáconos, habida cuenta de la condición del ordenando, según se trate de un elegido casado y o de un elegido no casado.

PROMESA DEL ELEGIDO

Después de la homilía, solamente se levantan los elegidso y se ponen de pie ante el Obispo, quien les interroga con estas palabras:
Queridos hijos: Antes de entrar en el Orden de los diáconos deben manifestar ante el pueblo su voluntad de recibir este ministerio.

¿Quieren consagrarse al servicio de la Iglesia por la imposición de mis manos y la gracia del Espíritu Santo?
Los elegidos responden:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieren desempeñar, con humildad y amor, el ministerio de diácono como colaboradores del Orden sacerdotal y en bien del pueblo cristiano?
Los elegidos:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieren vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice el Apóstol, y de palabra y obra proclamar esta fe, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia?
Los elegidos:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieren conservar y acrecentar el espíritu de oración, tal como corresponde a su género de vida y, fiel a este espíritu, celebrar la Liturgia de las Horas, según su condición, junto con el pueblo de Dios y en beneficio suyo y de todo el mundo?
Los elegidos:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieren imitar siempre en tu vida el ejemplo de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre servirán con sus manos?
Los elegidos:
Si, quiero, con la Gracia de Dios.

Seguidamente, cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos juntas entre las manos del Obispo.
El Obispo interroga al elegido, diciendo, si es su Ordinario:
¿Prometes respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Prometo.

El Obispo concluye siempre:
Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término.

SÚPLICA LITÁNICA

Seguidamente, todos se levantan. 
El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que derrame bondadosamente la gracia de su bendición sobre estos siervos suyos que ha llamado al Orden de los diáconos.

Entonces el elegido se postra en tierra, y se cantan las letanías, respondiendo todos; en los domingos y durante el Tiempo Pascual, se hace estando todos de pie y en los demás días de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:
Pongámonos de rodillas.

Los cantores comienzan las letanías (las invocaciones sobre los elegidos se hacen en prural).

Concluido el canto de las letanías, el Obispo, en pie y con las manos extendidas, dice:
Señor Dios, escucha nuestras súplicas y confirma con tu gracia este ministerio que realizamos: santifica con tu bendición a estos que juzgamos aptos para el servicio de los santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

El diácono, si el caso lo requiere, dice:
Pueden levantarse.
Y todos se levantan.

IMPOSICIÓN DE MANOS 
Y PLEGARIA DE ORDENACIÓN

Los elegidos se levantan; se acerca cada uno al Obispo, que está de pie delante de la sede y con mitra, y se arrodilla ante él.

El Obispo le impone en silencio las manos sobre la cabeza.

Tras dicha imposición de manos, los presbiteros permanecen junto al Obispo hasta que se haya concluido la Plegaria de Ordenación, pero de modo que la ceremonia pueda ser bien vista por los fieles.

Estando los elegidos arrodillados ante él, el Obispo, sin mitra, con las manos extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:
Asístenos, Dios todopoderoso, de quien procede toda gracia, que estableces los ministerios regulando sus órdenes; inmutable en ti mismo, todo lo renuevas; por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro —palabra, sabiduría y fuerza tuya—, con providencia eterna todo lo proyectas y concedes en cada momento cuanto conviene.

A tu Iglesia, cuerpo de Cristo, enriquecida con dones celestes variados, articulada con miembros distintos y unificada en admirable estructura por la acción del Espíritu Santo, la haces crecer y dilatarse como templo nuevo y grandioso.

Como un día elegiste a los levitas para servir en el primitivo tabernáculo, así ahora has establecido tres órdenes de ministros encargados de tu servicio.

Así también, en los comienzos de la Iglesia, los apóstoles de tu Hijo, movidos por el Espíritu Santo, eligieron, como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano, a siete varones acreditados ante el pueblo a quienes, orando e imponiéndoles las manos, les confiaron el cuidado de los pobres, a fin de poder ellos entregarse con mayor empeño a la oración y a la predicación de la palabra.

Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio a estos tus siervos, a quienes consagramos humildemente para el orden del diaconado y el servicio de tu altar.

Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que fortalecido con tu gracia de los siete dones desempeñe con fidelidad el ministerio.

Que resplandezcan en ellos un estilo de vida evangélica, un amor sincero, solicitud por pobres y enfermos, una autoridad discreta, una pureza sin tacha y una observancia de sus obligaciones espirituales.

Que tus mandamientos, Señor, se vean reflejados en sus costumbres, y que el ejemplo de sus vida suscite la imitación del pueblo santo; que, manifestando el testimonio de sus buena conciencias, perseveren firmes y constantes con Cristo, de forma que, imitando en la tierra a tu Hijo que no vino a ser servido sino a servir, merezcan reinar con él en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

ENTREGA DEL LIBRO DE LOS EVANGELIOS

Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. Los ordenandos se levantan, y un diácono u otro ministro les pone la estola al estilo diaconal y le viste la dalmática.

Los ordenandos, ya con sus vestiduras diaconales, se acercan al Obispo, quien entrega a cada uno, ante él arrodillado, el libro de los Evangelios, diciendo:
Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado.

Finalmente, el Obispo besa al ordenado, diciendo:
La paz contigo.

El ordenado responde:
Y con tu espíritu.

Y lo mismo hacen todos o al menos algunos diáconos presentes.

Mientras tanto, puede cantarse la antífona siguiente con el Salmo 145, u otro canto apropiado de idénticas características que concuerde con la antífona. 

Al que me sirva, mi Padre que está en el cielo lo premiará. (T.P. Aleluya).

Prosigue la Misa como de costumbre. Se dice o no el Símbolo de la fe, según las rúbricas; se omite la oración universal.

LITURGIA EUCARÍSTICA

CANTO DE OFERTORIO

¿QUIÉN NOS SEPARARÁ DE SU AMOR, 
LAS TRIBULACIONES, QUIZÁ LA ESPADA? 
NI MUERTE NI VIDA NOS SEPARARÁ 
DEL AMOR DE CRISTO, NUESTRO SEÑOR.

¿QUIÉN NOS SEPARARÁ DE SU GRAN PAZ, 
LAS PERSECUCIONES, QUIZÁ EL DOLOR? 
NINGÚN PODER NOS SEPARARÁ, 
DE AQUEL QUE MURIÓ POR NUESTRO AMOR.

¿QUIÉN NOS SEPARARÁ DE SU ALEGRÍA, 
QUIÉN PODRÁ APARTARNOS DE SU PERDÓN? 
NADIE EN EL MUNDO NOS SEPARARÁ 
DE LA VIDA EN CRISTO, NUESTRO SEÑOR.

Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, inciensa al sacerdote y al pueblo.

Después, de pie en el centro del aftar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, Sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
℟. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Luego el Sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas:  
Dios, Padre santo, cuyo Hijo quiso lavar los pies de los discípulos para darnos ejemplo, recibe los dones de nuestro servicio y haz que, al ofrecernos como oblación espiritual, nos llenemos de espíritu de humildad y de amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén. 

PREFACIO DE ORDENACIONES II
Cristo, origen de todo ministerio eclesial

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

℣. Levantemos el corazón.
℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟. Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio, con las manos extendidas:  
En verdad es justo y necesario alabarte y darte gracias, Padre santo, Dios omnipotente y misericordioso, de quien proviene toda paternidad en la comunión de un solo Espíritu.

En tu Hijo Jesucristo, sacerdote eterno, siervo obediente, pastor de los pastores, has puesto el origen y la fuente de todo ministerio, en la viva tradición apostólica de tu pueblo peregrino en el tiempo.

Con la variedad de los dones y de los carismas tú eliges dispensadores de los santos misterios, para que en todas las naciones de la tierra se ofrezca el sacrificio perfecto, y con la palabra y los sacramentos se edifique la Iglesia, comunidad de la nueva Alianza, templo de tu gloria.

Por este misterio de salvación, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con gozo el himno de tu alabanza:

SANTO
(Misa melódica)

SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO.
LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA.

HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.

BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.

HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CP:  
SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus crea turas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice: 
CC:
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti,  

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que se conviertan en el Cuerpo  la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, Junta las manos. que nos mandó celebrar estos misterios. 

Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue: 
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos. 

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.

Después prosigue: 
Del mismo modo, acabada la cena, 

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue: 
tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos. 

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.

Luego dice: 
CP:
Éste es el Misterio de la fe. Cristo nos redimió.
℟. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice: 
CC:
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. 

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. 

C1: 
Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios y madre nuestra, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, [Santa Margarita de Escocia, Santa Gertrudis] y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2: 
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Juan Pablo (No se dice el número), a nuestro Arzobispo Sahid Prado, al Orden episcopal, a los presbíteros y a estos hijos tuyos que han sido ordenados hoy ministros de la Iglesia, a los demás diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. 

 A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria,  

Junta las manos. 
por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes. 

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
CP o CC:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. 
℟. Amén.

RITO DE COMUNIÓN

Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.  

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. 
Junta las manos. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén. 

El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, alidde: 
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu. 

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.

CORDERO DE DIOS
(Misa melódica)

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
DANOS LA PAZ, DANOS LA PAZ, 
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ,
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

CANTO DE COMUNIÓN
(Yo contigo iré)

PON EN MÍ TUS OJOS, SOY TAN POBRE Y ESTOY SOLO.
¿CÓMO PODRÉ ANUNCIARLES CUÁL ES TU VOLUNTAD?
TÚ, SEÑOR, HAS DICHO: YO HARÉ DE TI MI SIRVO.
¿CÓMO SABRÉ GRITARLE AL MUNDO TU VERDAD?

YO CONTIGO IRÉ Y SERÉ LA LUZ QUE TE GUÍE;
YO SERÉ TODA TU FUERZA, SERÉ TAMBIÉN TU VOZ.
YO SERÉ QUIEN TE DEFIENDA Y YO SERÉ TU SALVACIÓN. 

MIS LABIOS SE CIERRAN Y MI LENGUA ENMUDECE.
SI ABRES TÚ MI BOCA, ENTONCES CANTARÉ.
MI CORAZÓN TIEMBLA Y LAS FUERZAS ME ABANDONAN.
TÓCAME CON TU MANO Y YA NO TEMERÉ. ℟.

SIENTO EN MÍ TU IMPULSO Y TU FUERZA ME SOSTIENE.
ENSEÑARÉ A TU PUEBLO CUÁL ES LA LIBERTAD.
SIENTO EN MÍ TU MANO QUE ME GUÍA EN EL CAMINO.
SERÉ PROFETA Y GUÍA DE QUIEN TE BUSCARÁ. ℟.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se hdya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Concede, Señor, a tus siervos, nutridos con el alimento y la bebida del cielo, que, para gloria tuya u salvación de los creyentes, sean siempre fieles ministros del Evangelio, de los sacramentos y de la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

ORACIÓN DEL AÑO SANTO JUBILAR

Todos: 
Señor, a Ti elevamos nuestros corazones llenos de gratitud por la bendición de estos 10 años de nuestra comunidad.
Ante Ti reconocemos la importancia de este espacio virtual que une corazones, promueve amistades y fortalece lazos fraternos entre quienes buscan la fe.

Te pedimos, oh Señor, derrames tu gracia sobre los corazones de los jóvenes de nuestra comunidad, para que puedan discernir y abrazar generosamente las vocaciones a las que Tú los llamas, ya sea en la vida matrimonial, religiosa o laical. 
Por Cristo Nuestro Señor.
℟. Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

BENDICIÓN

Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:  
El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu. 

El diácono hace la invitación:
Inclínense para recibir la bendición.
 
Y, seguidamente, el Obispo, con las manos extendidas sobre los ordenados y el pueblo, pronuncia la bendición:
℣. El Dios que los ha llamado para el servicio de los hombre en su Iglesia, les conceda una gran solicitud hacia todos, especialmente hacia los pobres y afligidos.
℟. Amén.

℣. El que les ha confiado la misión de predicar el Evangelio de Cristo, les ayude a vivir según su palabra, para que sean su testigos convincentes y sinceros.
℟. Amén.

℣. Y el que los hizo dispensadores de sus sacramentos les conceda ser imitador de su Hijo Jesucristo, para ser en el mundo ministros de unidad y de paz.
℟. Amén.

Y bendice a todo el pueblo añadiendo:
℣. Y a todos ustedes, que están aqui presentes, los bendiga Dios todopoderoso, Padre , Hijo , y Espíritu ✠ Santo.
℟. Amén.

Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Glorifiquen al Señor con su vida. Pueden ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.

Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha una inclinación profunda con los ministros, se retira.

CANTO DE SALIDA
(Magnificat - Marco Frisina)

MI ALMA MAGNÍFICA, MAGNÍFICA AL SEÑOR,
Y MI ESPÍRITU EXULTA EN DIOS, MI SALVADOR.

PORQUE HA MIRADO LA HUMILDAD DE SU SIERVA,
TODAS LAS GENERACIONES ME LLAMARÁN BIENAVENTURADA.

COSAS GRANDIOSAS HA HECHO
EN MÍ EL TODOPODEROSO,
COSAS GRANDES HA HECHO
AQUEL CUYO NOMBRE ES SANTO.

DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN ES SU MISERICORDIA,
SU MISERICORDIA SE EXTIENDE SOBRE LOS QUE LE TEMEN.

HA MOSTRADO CON FUERZA
EL PODER DE SU BRAZO,
A LOS SOBERBIOS DISPERSÓ
EN LOS PENSAMIENTOS DE SU CORAZÓN.

DERRIBÓ A LOS PODEROSOS DE SUS TRONOS,
MIENTRAS ELEVÓ, ELEVÓ A LOS HUMILDES.

A LOS HAMBRIENTOS LOS COLMÓ DE SUS BIENES,
MIENTRAS A LOS RICOS DESPIDIÓ CON LAS MANOS VACÍAS.

ÉL SOCORRIÓ A ISRAEL, SU SIERVO,
RECORDANDO SU GRAN MISERICORDIA.

SEGÚN LA PROMESA HECHA A NUESTROS PADRES,
LA PROMESA A ABRAHAM Y A SU DESCENDENCIA.

A TI SEA LA GLORIA, PADRE QUE DAS LA SALVACIÓN,
GLORIA AL HIJO AMADO Y AL ESPÍRITU SANTO.

AMÉN. ALELUYA. 
¡AMÉN, ALELUYA!

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